vive

lunes, 19 de marzo de 2012

Síndrome Poético Otoñal

Esa estación bendita donde Mendoza se transforma en un París de los 1800, con las parejitas en la plaza y la gente combinando sus colores con el cielo y el paisaje. Porque el amor no llega en la primavera sino en el otoño, mientras los duendes de las acequias se entremezclan entre la hojarasca y te hacen cosquillas.
Un buen momento para sacar las agujas de tejer y ordenar los enredos del verano.
Poner la bici en buenas condiciones y disfrutar de las calles grises.
Regalar algún zurrón de pastor envuelto en una servilleta.
Coserle flores a las desgracias y dejarse remendar por alguna alma regadora de esperanzas.
Tiempo del no tiempo, de guardar el reloj y mirar mas al cielo.
Fotosintetizarse todo el día.
Dejarse llevar por la brevedad del corazón.
Ser un botón en una remera o una botellita de arena en la mesa de luz.
Que los aromos francés nos regalen su perfume al oído.
Que las miradas se encuentren y los cuerpos bailen.
Veredas como rayuelas y esquinas para lavarse la cara.
Sombreros con cintas y vestidos voladores del viento.
Caras amarillasonrientes.
Porque el otoño nos mueve adentro, sacando el moco, el estornudo, la alergia, la lagrima, el pañuelo, el paraguas, la canción y el sentimiento. Todo afuera, todo afuera....que vuele, que se vaya.
Y como ultimo síntoma darte cuenta que no paras de escribir, de decir, de cantar, de soñar, de soplar poesía.
Un olor a poesia, eso es otoño.